Kenia, año 2007, 40 millones de habitantes, tan sólo alrededor de 5 millones de ellos contaban con una cuenta bancaria y acceso a servicios financieros. La falta de acceso a este tipo de servicios hacía que los ciudadanos que no estaban bancarizados no pudiesen prosperar, y por ende, el país tampoco.

Hoy voy a contaros, a mi juicio, la mayor historia de revolución digital en el sector fintech de la década pasada, en Kenia, la historia de M-Pesa.

El Problema

La falta de acceso de la mayoría de la población de Kenia al sistema financiero era un gran problema para poder prosperar como sociedad.

Éste suele ser uno de los principales problemas en los países en vías de desarrollo, de hecho, fue el primer gran problema que resolvió Narendra Modi al llegar al poder en la India para que el país comenzase a despegar: la bancarización de sus ciudadanos.

¿Y por qué es un gran problema? Para resumir, si la población no tiene acceso a cuentas bancarias se enfrenta a tres grandes hándicaps.

La población solo puede interactuar a través de dinero en efectivo, lo que obliga a guardar el dinero debajo del colchón si se quiere ahorrar o se ha de transportar en grandes cantidades durante largos recorridos si se quiere llevar dinero de un sitio a otro.

En un país donde la inseguridad es ciertamente alta, la delincuencia y robos están a la órden del día, por lo que para evitar ser robados, la población evita ahorrar o mover grandes cantidades de dinero. Problemón número uno.

El segundo problema es la lentitud con la que se mueve el dinero en el país. Si las transacciones se realizan de manera “manual”, la velocidad de circulación del dinero es baja, lo que lastra la expansión económica del país.

Por último, los ciudadanos no disponen de acceso a servicios financieros con los que conseguir crédito para financiar sus proyectos. Al no tener acceso fácil al crédito que les permita invertir en sus negocios o adquirir propiedades y viviendas, el crecimiento del país vuelve a verse altamente lastrado.

La revolución

Logísticamente, parecía imposible que los bancos pudiesen expandir sus sucursales bancarias por todo el país lo suficientemente rápido para dar servicio a toda una población altamente rural, muy dispersada a nivel geográfico, la cual tendría que caminar kilómetros para poder llegar a una sucursal bancaria.

Una combinación de recursos disponibles y comportamientos culturales ayudó a Safaricom a idear una solución.

Por un lado, alrededor de un 30% de la población disponía de un teléfono móvil y Safaricom, la mayor empresa de telecomunicaciones en el país, poseía un 70% de la cuota de mercado.

El segundo ingrediente de la revolución fue un hackeo que había emergido de la propia sociedad para poder enviar dinero de un lugar a otro sin tener que ir a un banco, una tendencia muy interesante se estaba comenzando a observar en algunas regiones de África.

Los ciudadanos no disponían de una cuenta bancaria pero si de un teléfono móvil. Y como se diría en mi tierra, el hambre agudiza el ingenio.

La llegada de los teléfonos móviles trajo consigo el uso del "saldo de minutos" como medio para transferir dinero. En algunos lugares, la gente estaba enviando "minutos" a sus familiares o amigos, ¡quienes a cambio lo revendían por dinero en su localidad!

Viendo todo esto, Safaricom, la empresa de telecomunicaciones dominante en el país lanzó M-Pesa. Un servicio al que los usuarios de Safaricom podían suscribirse y que les permitía básicamente cargar dinero en sus teléfonos móviles y poder enviar ese dinero a través de un SMS a quien quisieran.

A su vez, este saldo podría reconvertirse en dinero en efectivo a través de sus redes de agentes en todo el país. De alguna manera, M-Pesa reposicionó la tarjeta sim como una cuenta bancaria.

Escalando

En 2009, tan solo 2 años después, consiguieron que el 38% de la población adulta utilizase M-Pesa y en 2010 alcanzarían el 50% de la población.

El éxito de M-Pesa en Kenia fue metórico. M-Pesa proporcionó una solución casi perfecta a uno de los mayores problemas financieros de Kenia.

Los habitantes de las zonas urbanas podían enviar con facilidad dinero a zonas rurales donde sus familias podían prosperar sin necesidad de viajar a la ciudad. De hecho, os he podido rescatar un anuncio televisivo de 2009 del servicio.

Además, propició el ahorro, aumentó la velocidad de circulación del dinero y a través de servicios que M-Pesa fue evolucionando llegó a ofrecer incluso micro-créditos en etapas muy tempranas.

A día de hoy, M-Pesa se ha vuelto ampliamente utilizado para pagar facturas, realizar compras en tiendas pequeñas, pagar tasas escolares, reservar vuelos, pagar salarios… Todo esto sucede con dispositivos móviles que sólo han de tener una tecnología básica, el SMS.

Esta revolución lleva ocurriendo en Kenia desde 2007, actualmente casi un 50% del PIB de Kenia se procesa sobre M-Pesa y un 93% de la población tiene acceso a pagos mediante móviles.

Siendo honestos, ¿cual es la cifra aquí en España? ¿Qué porcentaje de nuestras transacciones se realizan a día de hoy a través del móvil?

Cripto-actualidad

Si nos paramos a pensar y observamos esta historia desde una óptica actual, de alguna manera, M-Pesa utiliza el teléfono móvil como un wallet que puedes cargar con dinero para operar de manera digital. Algo que, quizás por sesgo de noticias de actualidad, no puedo parar de comparar con las criptomonedas actuales.

Muchas de las características que actualmente se atribuyen a las divisas digitales y criptomonedas es algo que en Kenia lleva ocurriendo desde el 2007 pero utilizando tecnologías más básicas.

Sin necesidad de instalar ninguna app, ni registrarte en ninguna plataforma y de manera accesible para cualquier tipo de dispositivo móvil. M-Pesa opera directamente sobre tu cuenta de teléfono sin necesidad de una cuenta bancaria.

Enviar dinero es tan sencillo como mandar un SMS, tecnología implantada en cualquier dispositivo móvil del planeta. Además, lo que inicialmente se transfería entre usuarios eran “minutos de voz”, no dinero per se, lo que durante un tiempo implicó utilizar una pseudo-divisa para poder operar y culturalmente se aceptó.

Si algo podemos aprender de esta historia es que si la necesidad aprieta, nuevos medios y nuevas formas de utilizar el dinero pueden masificarse y povocar grandes cambios culturales en países enteros.

Kenia nos ha dado una lección de digitalización, innovación y revolución fintech durante la década pasada y tan apenas se habla de ello. Este es mi humilde tributo a todos aquellos implicados que lograron esta revolución tecnológica el país.